Es casi imposible para mí estar quieto. Incluso me inquieto cuando me quedo sentado “sin hacer nada”. Me siento peor en casa, donde siempre hay algo que hay que hacer… platos esperando ser lavados, ropa sucia para recoger, muebles que les falta sacudir, cuentas que pagar, y la lista continúa. ¿Cómo puedo sentarme y relajarme?
La primera parte del Salmo 46 dice: “…la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben las aguas y tiemblen los montes a causa de su braveza” (v. 2 y 3). Esa descripción me hace recordar todos los desastres que han ocurrido recientemente. El terremoto y tsunami en Indonesia, volcanes en erupción en Hawai y Guatemala, los cuales provocaron la eliminación de comunidades enteras de la faz de la tierra. Luego, en el versículo 6: “bramaron las naciones, titubearon los reinos…” Esto me vuelve a recordar de las guerras que se están ahora en muchos países del Medio Oriente. Terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas, huracanes devastadores, guerras: estas situaciones son una excusa perfecta para que cualquiera pueda entrar en pánico, estar en un frenesí… ¡ciertamente no es el momento de quedarse quieto!
Sin embargo, el Salmista quiere que veamos que en medio de toda la confusión y catástrofes, Dios está a cargo y tiene el control. “Venid, ved las obras de Jehová, que ha puesto asoleamientos en la tierra. Que hace cesar las guerras hasta los fines de la tierra. Que quiebra el arco, corta la lanza, y quema los carros en el fuego” (v 8 y 9). ¡Nada sucede sin su intervención directa! Luego dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios…” Otra forma de decir esto es: ¡Haste a un lado, niño! ¡Sólo mira! ¡Estoy a punto de hacer algo que te va a sorprender!”
Hay muchos en este momento, que enfrentan ciertos desafíos que amenazan su cordura y estabilidad. Hay muchos que han perdido empleos, muchos que han perdido sus hogares. Algunos podrían estar perdiendo a su propia familia debido al divorcio. Hay quienes enfrentan desafíos que amenazan su propia existencia debido a una enfermedad fatal o debilidad. Sin embargo, hay muchos que quizás sus desafíos no sean tan grandes, pero podrían ser igualmente debilitantes: vivir con adolescentes desagradables, vivir al lado de un vecino problemático, trabajar con un jefe imposible, o tener que vivir cheque a cheque, mes traes mes.
En medio de desafíos grandes o pequeños, a menudo nuestra tendencia es entrar en pánico, preocuparnos o ponernos frenéticos.
Dios ve y sabe por lo que estamos pasando. Él quiere recordarnos que en cualquier situación, Él está allí, y Él quiere ser exaltado (v 10 y 11). Toda situación imposible es una oportunidad perfecta para que Él muestre su poder y se aumente a sí mismo. Entonces, en lugar de volverse frenético, intentar hacer esto o aquello… simplemente, aléjese y confíe en Él para impresionarlo y mostrarle lo que Él puede hacer.
Él dice: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios…” – Salmo 46:10